Ya nadie se detiene por estos lares. Qué yermos quedaron. Ya no me apetece escribir lo que pienso aunque me contradiga en esta entrada. Ya nada importa tanto. Vuelvo al niño que no pudo ser. Como un cuento inacabado. Me reconstruyo. Lo intento. Salgo a flote. Como niño ordeno mis pensamientos, con frases cortas y desconcierto. Vivan los que vivan; pues vivís, estáis vivos. Díganse, no importa tanto el contenido como el decirse; pues estamos. Agradezcan lo sencillo de cada gesto, cuando nos besa la frente el sol, nos roza el aire, atardecer, brota una hoja nueva en aquel peral olvidado; no teman la lluvia, dadle gracias por calarnos. Que sea toda la luz vuestros nombres, de luz vuestras sombras, sonrisas... Y besen, de verdad. Y cuenten, con quienes nos importan. Y sepan que hoy estamos pero quizá luego no; por eso vive, en paz, en luz, agradecidos, agraciados; en luz...
Hace días que dejé de creer en lo que llamamos: ser humano; por lo equivocado del nombre, del hombre...
Y me callo ya por hoy.
La vida me espera; me espera mi cuarto.
viernes, 30 de diciembre de 2016
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