Pasar las hebras de la madeja por estas yemas, es igual que si las abriese con un cuchillo. Sangran, sangran y de los dedos caen letras, una tras otra, letras y letras ya roídas, cansadas...
Cuando se encienden las farolas me quedo diez minutos a solas, a oscuras acostumbrando los ojos a la soledad. La noche pasará, pero no a cualquier precio.
Y tomo y retomo, la herida por los dedos, el ovillo grana. y como una ingenua penélope, tejo y destejo el tapiz de lo que pudiste ser, de lo que estás siendo y de lo que serás y fuiste.
Un recuerdo, otro, en poco llegará el sueño. Mañana otro día. Tejo y destejo, una palabra, otra, pero las que ayer te dije, hoy mantengo.
Los labios bien saben sellar y lacrar un secreto. Pero el secreto de tus ojos, empuja y tropieza con la noche.
Diez minutos, los necesarios, los suficientes para acostumbrarme a echarte de menos.
Pero es imposible, la herida está abierta, insomne. Y recorre las calles hasta tu encuentro.
Evidentemente hablo de la vida, que sangra y es letra y se desconoce a sí misma. ©
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