jueves, 20 de diciembre de 2012

Nunca lo hago desde que te sé


Hablemos del olvido y de este insomnio y de las horas...

A veces me desvelan los recuerdos que se agazapan y se prenden de las sienes y no desisten en su empeño por rendirme. Yo no quiero abrir los párpados, no. Que el sueño a través de la música fluya, pase, como el agua dejando a los puentes, es lo que deseo. Y de nuevo La Sonnambula belliniana,  su Ah! non credea mirarti... me hiere tanto que debo secarme los ojos antes de que el sueño, por fin, me venza. 

Pienso en las magnolias que tanto regué y que vi extinguirse como el cariño, en poco más de una semana. 

La música sigue de fondo prestando velos a la noche, en el duermevela de la luna; y el minutero, parado en los relojes, exhausto ya de dictar momentos y de besar levemente, de cuando en cuando, a su manecilla compañera. Ay, la maldita distancia. No por ella se deja de latir, si no que en esas vueltas donde las manecillas se cruzan, el tiempo ralentiza su paso casi queriendo enredarnos en otros brazos, en otras secuencias temporales. De ahí que éste disminuya o acelere su paso y a veces se palpe en la tarde o se desboque por las llanuras. Luego, la misma tarde nos echa a volar y desea cruzarnos de nuevo.

Y así también se cruzan mis pensamientos de uno a otro, como aquellos ficheros de biblioteca que todavía suelo utilizar, y son mis ovejitas contadas, uno es pastoreño, ¿sabe usté? Y siempre van del azul al blanco, de una orilla a un faro, de ti a mí, hasta que me duermo...

Entonces si me dijeses mañana, "No me olvides". Mañana y pasado te contestaría, nunca lo hago desde que te sé. ©








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